
Correspondencia: Rodrigo Fidel Rodríguez Borges. Narrativas de la precariedad y enfoques interseccionales del Ministerio de Ciencias e Innovación. Plan Nacional de Investigación. Cómo citar el artículo Rodríguez Borges, R. Torrado Martín-Palomino, E.
Amaranta, entonces, se llamaba Jorge y sus padres la vestían de niño, sus compañeros de escuela le jugaban a pistolas, sus hermanos le hacían goles. Amaranta se escapaba cada vez que podía, jugaba a cocinar y a las muñecas, y pensaba que los niños eran una panda de animales. De a poco, Amaranta fue descubriendo que no era uno de ellos, pero todos la seguían llamando Jorge. Su cuerpo tampoco correspondía a sus sensaciones, a sus sentimientos: Amaranta lloraba, algunas veces, o hacía llorar a sus muñecas, y todavía no conocía su nombre. Las señoras son rotundas como mundos, las piernas zambas, badana cobriza, los ojos grandes negros, sus caras achatadas. Las señoras les gritan órdenes en un idioma que no entiendo: los van arreando hacia sus puestos. Los hombrecitos sudan bajo el peso de los productos y los gritos.
La fianza no es otra cosa que una coima legalizada y se gratificación con las ganancias del mismo culpa que se pretende castigar -reflexionaba Jacobsen en el silencio de la amanecer, en su celda, mirando siempre el mismo techo con las mismas fisuras y las mismas manchas de una pintura mal aplicada-. Pero lo había salvado de peores torturas. Allí volvía a sentirse completamente solo, rodeado de simples rateros y delincuentes profesionales. Se sentaba en el water de su celda y, mientras escuchaba y recordaba los negocios que se tramaban en el patio y en los pasillos, volvía a pensar en la academia paradójica: la Justicia civil no castiga la injusticia general. Resulta como tomarse unas vacaciones pagas, de vez en cuando, las que de paso aprovecha para relacionarse con viejos y nuevos colegas, socios de futuras empresas financieras al margen de la ley. Eso no es castigo. Por otro lado, la justicia penal nada puede actuar contra la injusticia social; por el contrario, en muchos aspectos, se convierte en su principal defensora. Pero también no estamos preparados para vivir sin ese mal necesario -se dice Jacobsen mientras tira el agua de la cisterna-.
El negocio de la prostitución se ha disparado con la crisis económica. Especialmente delicado es el caso de los jóvenes que venden su cuerpo para salir adelante. Hay que tener una formación», dice. Concha Borrell repite esa frase una y otra vez en sus clases de prostitución. Sus alumnas son seis chicas que quieren anatomía prostitutas. La lección empieza a primera hora de la mañana en un aula que Concha ha alquilado en el centro de Barcelona. Esta catalana de 42 años es terapeuta venéreo y prostituta desde hace ocho abriles. Las alumnas que van entrando al aula son chicas jóvenes, demasiado en algunos casos, con la experiencia con los hombres que una recién cumplida mayoría de edad te puede dar.