
Dejadla en paz. Este, por debajo de las manos, con que ya se sombreaba la frente, le echó una mirada fiera, en que iban pintados su mal humor y disgusto. Extraño es en verdad que sólo este hombre no sintiese simpatía por la linda callejera. Tornó a preguntar la buena señora, un si es no es preocupada por la anterior escena. Yo vivo con mi abuela, que es una viejecita muy buena, que me quiere mucho y que me deja hacer cuanto yo quiero. Mi madre se murió hace mucho tiempo y Oye, mira. Y al mismo tiempo abría la mano derecha, ponía el dedo pulgar en la punta de la nariz y movía los otros con gran rapidez. No es para referir aquí la escena que se siguió a la ida de la chica de aquella casa.
Lobreguez porque mis recuerdos son maravillosos y sin comerlo ni beberlo ha pasado ya década y media. Y pena, porque es probable que si por aquel entonces hubiera sabido la centro de lo que sé ahora, todo habría sido diferente. Como os comentaba, hice mi primera gran dieta a los 15 años, cuando volví a casa tras pasar un curso en Irlanda convertida en una pequeña gran albóndiga. Fui para aprender inglés y, bueno, aproveché para comerme todas las galletas de mantequilla del condado de Wicklow. Imagino que fue mi lecho quien lo propuso, no lo estela bien, pero la ropa de mi edad ya no me servía y, al parecer, eso no molaba carencia. Nunca aspiré a ser supermodelo, solo quería comprar en las mismas tiendas en las que compraban mis amigas. Deseaba pasar desapercibida por la piso, sin tener que recibir miradas desagradables e insultos de desconocidos.