
No lo sé. Que sepa dónde quiere estar y ese lugar sea siempre a tu lado. No sé si fue la casualidad o el destino, realmente me da igual, solo me importa haberte conocido. Desde que llegaste a mi vida le diste el toque de ilusión que antes le faltaba. Que no se quiera ir a pesar de nada. Despedidas que se atragantan en el alma y nunca sale la espina que nos clavan.
Viendo cualquier película en la tele.. Ella sabia a que íbamos, siempre lo ha sabido, siempre que nos vemos sabemos que nuestra piel se candela mutuamente para saciar ese placer que arde en nuestro interior.. Acordamos vernos en un sitio publico, cuando ns vimos nos desvestimos con la ojeada. Llevaba esa falda jean que le llagaba justo a los muslos y es top morado que me insinuaba toda su voluptuosidad..
No trataré de describiros el mal rato que pasó mi joven protegida en el intervalo transcurrido desde el edad en que se produjo el cabreante descubrimiento del padre confesor y la hora señalada por éste para visitarle en la sacristía, con el fin de decidir sobre el sino de la infortunada Bella. Con paso incierto y la mirada fija en el suelo, la asustada muchacha se presentó ante la puerta de aquélla y llamó. La puerta se abrió y apareció el padre en el comienzo. A un signo del sacerdote Bella entró, permaneciendo de pie frente a la imponente figura del santo hombre. Siguió un embarazoso silencio que se prolongó por algunos segundos. El artífice Ambrosio lo rompió al fin para decir: —Has hecho bien en afluir tan puntualmente, hija mía. La estricta obediencia del penitente es el primer signo espiritual que conduce al amnistía divino. Al oír aquellas bondadosas palabras Bella cobró aliento y pareció descargarse de un peso que oprimía su corazón. El padre Ambrosio siguió hablando, al tiempo que se sentaba sobre un largo cojín que cubría una gran arca de roble.
Terapia intensiva Simbad Nuestras miradas cruzan la habitación como flechas y dan en el blanco. No se detienen en la coraza que nos envuelve y llegan al fondo, hasta el abecé del deseo. Imagino ver cómo tu sangre, roja como esos labios, escurre como quisiera que mis manos lo hicieran por tu pecho. En el borde de la agonía, sin conocer si vivo o sueño, te veo a mi lado mientras, entre besos y caricias, nos reanima la terapia. El pulso sube, se acelera y la cama se estremece; entramos en resonancia, las venas revientan, explotamos, te abrazo y me aferras para que la muerte, al venir, nos ámbito al mismo tiempo. Mismos deseos, suite, chicas, champagne.
Vayamos a aquella habitación de hotel que nos vio desnudos por vez primera. Y, como entonces, antes de llegar, adentrémonos en uno de esos portales Unión Hacía frío, pero no importaba, el calor que emanaban sus cuerpos sudorosos les sumía en una placentera sensación de calidez. Ninguno quería que terminara aquello. El deseo que sentían el uno por el otro iba en aumento y por nada del mundo hubieran separado sus excitados cuerpos de la unión que les abrasaba el alma. Dedos, uñas, labios, pelos En pleno éxtasis de placer un sonido aterrador les paralizó el afectividad. Era el final el viaje se iniciaba para uno de los dos Cristina Al borde mismo del gran manantial caliente.