
No dejaba de preguntarme qué había hecho mal, en qué momento me había descuidado. No recuerdo nada desde que empecé a sentirme mal hasta que me levanté en el hospital. Cuando la chica empezó a encontrarse mal, salió a la calle junto a su amiga y después se desplomó. La Policía y el Samur acudieron en su auxilio y la trasladaron a un centro hospitalario, donde despertó rodeada de cables y sin recuerdos de lo vivido. Desde entonces han pasado casi cuatro meses y Miriam no ha vuelto a salir de fiesta por miedo. Un miedo que se extiende entre las chicas jóvenes, que temen que las droguen para abusar sexualmente de ellas y las obliga a estar alerta y a desarrollar mecanismos de defensa para evitarlo. La libertad sexual de las mujeres, limitada de nuevo por una amenaza invisible, pero muy presente, de ser agredidas. También conozco otro caso de una chica que se olvidó un momento de su copa y luego abusaron sexualmente de ella.
Estas drogas no sólo la incapacitan para tomar decisiones, sino que en la mayoría de los casos impiden que tenga recuerdos de lo que ha vivido. Se trata de un culpa penado por la ley. Sin bloqueo, el Código Penal no lo considera una agresión lo que la generalidad de la gente entendería como violaciónsino como un abuso sexual. Para que exista agresión sexual la norma exige que tiene que haber existido acidez o intimidación hacia la víctima y el Código Penal interpreta que en la agresión a un persona inhabilitada por los efectos de drogas, estas circunstancias no se producen. La noticia ley propone eliminar la necesidad de probar la violencia y la intimidación y pone en el centro el consentimiento expreso de la víctima a esa relación. Una interpretación contenida ya en algunos tratados internacionales ratificados por nuestro país, como el Convenio de Estambul del Consejo de Europa, que debe ser considerado como una estereotipo interna una vez aprobado por las Cortes. Esta no es una pregunta baladí. La mayoría de las víctimas de este delito no tienen justicia de qué les ha pasado.